IU eligió el teatro sindical de CCOO, el Marcelino Camacho, de la calle Lope de Vega de Madrid, para el desarrollo de aquel importante evento que daba el definitivo pistoletazo de salida de cara a los comicios del 20N.
En una pausa para comer, la delegación de Baleares, prácticamente al completo, buscó el lugar más cercano y económico para tomar alguna cosa para calmar los estómagos. A la vuelta de la esquina, en el Paseo del Prado, encontramos la cafetería-restaurante Prado. Era el típico restaurante cuya clientela principal eran los turistas, como nosotros en aquel momento.
Una de las cosas que más recuerdo de aquel lugar era el jefecillo que por allí pululaba: un hombre de una cincuentena de años, canoso, un poco panzón, pero sobre todo, con mucho don de gentes, mucha amabilidad y mucha honestidad. Recuerdo que nos habló maravillas de su menú y lo cierto es que, aunque no era la comida de la abuela, comimos muy bien.

Aquel hombre me marcó lo suficiente como para haberle reconocido a la primera hoy mismo en la prensa al ver que fue el famoso hostelero que dio cobijo a manifestantes y que se enfrentó a una policía asilvestrada con ganas de perseguir y atrapar a aquellas personas que están luchando también por sus derechos.

A menudo vemos y nos cuentan historias de gente insolidaria, egoísta y avariciosa pero, también existen esas personas generosas, desprendidas, valientes y dispuestas a jugarse el físico por los demás. Desde luego, gente así hace que este mundo sea un lugar un poco más habitable.
Cuando vuelva a Madrid, a la mínima oportunidad que tenga, no dudaré en pasar a saludarle y a feclitarle por su actitud.
Alejandro Aparicio
Septiembre 2012
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